– Venimos aquí buscando a un tipo que se cree que no tiene dueño –dijeron al unísono los agentes de Oscurantalia, señores A y B.
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– No eso no puede ser. Aquí todo el mundo cree en los reglamentos, señores agentes. En esta dependencia todos llevamos el dogal puesto, incluso yo mismo que soy el encargado. Y eso que se me permite no llevarlo. Pero es por dar ejemplo, para servir a Oscurantalia, ¿saben Udes.?
– Nuestras informaciones nunca fallan, y aquí hay alguien que se cree que no tiene amo -alegó el agente de Oscurantalia, Sr. A.
– Y, ¿quién es ése? –agregó acto seguido el agente Sr. B
– Es el Sr. Minotauro –repuso el encargado de la unidad orgánica.
– Ajá, el Sr. Minotauro, y puede saberse por qué no lleva puesto el collar y la cadena ligadura informática– los agentes casi se echan físicamente encima del escuálido encargado escupiéndole en la cara estas palabras.
– Es que es el Sr. Minotauro.
– Y dale Perico al torno; que eso ya nos lo ha dicho.
– Es que él es como el Sr. Lobo de la película de la que han salido Udes.- el encargado se refiere a «Pulp Fiction»-. Él lo arregla todo. Y, además, si se enfada, nos devoraría sin piedad con sus ansias de libertad. Es muy contaminante. ¿No saben?
– Tonterías de niño llorón. O se lo dice Ud. o tendremos que emplear nuestros métodos.
– Yo soy un modesto empleado y su servidor de Udes. y de Oscurantalia, pero no puedo decirle eso al Sr. Minotauro. Hagan lo que proceda, agentes.
Éstos sacaron sus armas y comenzaron a disparar. Era el hilo de Ariadna con lo que querían liar al Sr. Minotauro. Éste, que estaba tranquilamente sentado oyendo rock duro con unos auriculares conectado al ordenador, hizo un ovillo y al lanzarlo sobre los agentes cayó sobre ellos como una red en forma de tela de araña.
– Llamemos a la Central a pedir el refuerzo que hace falta aquí –volvieron a decir al unísono los agentes A y B de Oscurantalia recién pudieron desliarse de la red con que el Sr. Minotauro los había atrapado.
– A ver, para casos de Minotauros lo suyo es la agente robótica Ariadna –contestaron desde el mando de Oscurantalia a los agentes.
En efecto, enseguida apareció la susodicha agente robótica: aun siendo mecánica resultaba muy atractiva.
La pusieron en funcionamiento contra el Sr. Minotauro que seguía alegremente escuchando y bailando su música sobre su mesa de negociado.
– Joder, qué horror. Cómo es posible. Está segregando oxitocina u hormona del amor y estrógenos en vez de atacar al Minotauro.
El hombre-toro y la agente robótica se pusieron a bailar juntos, muy juntos.
Buscaban escapar de la tiranía de Oscurantalia, reencontrar la senda de Luminaria y la efectividad de los Derechos Humanos.
Aniceto Valverde Conesa